Historia de las ciencias naturales en Tabasco, México.

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OLMECAS.

     En el sitio conocido como La Venta, perteneciente al actual municipio de Huimanguillo, se desarrolló una de las culturas más antiguas de Mesoamérica. Sus monumentales cabezas de piedra han sorprendido a los modernos hombres de ciencia, no sólo por su tamaño, fidelidad escultórica y cantidad, sino también por la forma en que los monolitos fueron transportados desde su sitio de origen volcánico hasta las tierras bajas y pantanosas del occidente tabasqueño. El dominio de técnicas de tallado y la perseverancia y motivación para la elaboración de tales esculturas sigue siendo en parte un misterio para los estudiosos actuales.

     Recientemente, un grupo de expertos en arqueología y antropología de esta cultura han publicado una serie de trabajos que ha ayudado a clarificar algunos de los puntos más enigmáticos de este misterioso pueblo (Uriarte y González Lauck, 2008). La mayoría de los  siguientes datos han sido tomados de ese importante trabajo de grupo.

     Las primeras investigaciones sobre la cultura olmeca comienzan en la segunda mitad del siglo XIX, a raíz del hallazgo de una cabeza de piedra monumental en el sitio conocido como Tres Zapotes, en Veracruz, por José Melgar, en 1862. El trabajo pionero de don Alfredo Chavero aparecido en forma de reportes en el Boletín de la Sociedad Mexicana de Geografía y Estadística en 1871, da comienzo a numerosas contribuciones de investigadores nacionales y extranjeros, entre los que cabe señalar a Eduard Seler, Albert Weyerstall, Frans Blom, Hermann Beyer, Marshall, Saville, George Vaillant, Miguel Covarrubias, Carlos Pellicer Cámara, Román Piña Chan y muchos otros, quienes poco a poco van desentrañando algunos de las interrogantes que sobre esa cultura surgen al desenterrarse monumentos y artefactos en varios sitios del sur de Veracruz y Occidente de Tabasco (De la Fuente, en Uriarte y González Lauck, 2008). Sin embargo, es claro que desde un principio el término olmeca estuvo marcado por cierta ambigüedad, ya que se aplicó a un estilo artístico, más que a un rasgo étnico y sociocultural. Con una mayor exploración arqueológica, antropológica y etnológica, a la fecha ya se han podido definir algunas de las características que tienen mayor peso en una definición concreta de lo olmeca. La extensión de esta cultura, se ha seguido hasta una frontera geográfica que va más allá de los límites actuales del sur de México, y que abarca de costa a costa. Su herencia genética y cultural se puede también encontrar en muchos de los pueblos mesoamericanos que posteriormente habrían de dominar gran parte del territorio maya, zapoteco, totonaca, etc. 

     En cuanto a los logros científicos alcanzados por esta milenaria cultura, que se cree surgió hacia 1200 A. de C., o tal vez antes, se refieren a los conocimientos astronómicos que habrían de alcanzar su auge en la construcción de calendarios precisos; asimismo, las técnicas de tallado, grabado, esculpido, etc., de rocas de origen volcánico y metamórfico, dan pie para especular sobre la dinámica que siguió el conocimiento en esta milenaria cultura. En los inicios de la arqueología nacional, no faltaron autores que, ante la sorprendente capacidad científica y técnica que representaban los monumentos y artefactos olmeca, no dudaron en atribuirlos a extranjeros que habrían enseñado tales técnicas a los nativos. Se especuló con la ubicación de la antigua Atlántida en territorio mexicano, pero todo ello ha caído en descrédito frente a la evidencia arqueológica que ha demostrado un proceso paulatino autóctono de desarrollo cultural.

     Por su propia antigüedad, pero más que nada por las condiciones ambientales, caracterizadas por altas temperaturas y extrema humedad que propicia el desarrollo de microorganismos que rápidamente desintegran todo lo orgánico, son escasos los restos óseos, y de artefactos de madera, piel, pluma, tejidos vegetales, etc., que han perdurado hasta nuestos días, por lo que el conocimiento de esa milenaria cultura es mucho más fragmentario que el de otras más recientes. Todas las inferencias, por lo tanto, proceden de materiales arqueológicos principalmente pétreos y/o cerámicos, que aunque valiosos, sólo representan una pequeña parte del acervo cultural olmeca. Sin duda, entre los olmecas antiguos ya están presentes todas las características de un estado organizado, como son la explotación y aprovechamiento de mano de obra especializada, así como un sistema tributario controlado por aparatos coercitivos o ideológicos que toman forma en lo militar y religioso (Matos, 1994).

     Descubrimientos recientes han ofrecido evidencia de que la zona de La Venta, Tabasco, fue uno de los primeros centros urbanos en Mesoamérica, y uno de los sitios donde probablemente se desarrollara por vez primera una escritura pictográfica, como lo muestra el hallazgo de inscripciones tempranas, por ejemplo en el sello cilíndrico procedente de San Andrés (5 km. al NE de La Venta), descubierto y estudiado por Pohl y sus colaboradores (Pohl et al, 2002). En ese mismo sitio, esa investigadora, Mary E. D. Pohl y colaboradores, encontraron pruebas de que el maíz ya era consumido por los habitantes del lugar desde 7300 años antes del presente. Todo esto permite inferir, como se dijo antes,  un alto avance científico de la cultura asentada en la región, pues hace suponer conocimientos sobre los ciclos astronómicos, la domesticación de algunas plantas, la movilización de enormes bloques de piedra, la especialización de mano de obra, la organización de poder centralizado (posiblemente militar-religioso), etc. 

Dibujo obtenido con un sello cilíndrico descubierto en el sitio de

San Andrés, cerca de La Venta. Se cree que representa la forma

de escritura más antigua de Mesoamérica. Según Pohl et al, 2002.

 

     En astronomía es indudable el grado de avance a que llegaron los pueblos mesoamericanos, pues en su momento fueron superiores a los conocimientos que tenían los europeos. Los mayas, por ejemplo, en el período Clásico construían los edificios principales de ciudades como Comalcalco y Tortuguero (Tabasco, México), Palenque y Bonampak (Chiapas, México), Calakmul (Quintana Roo, México) y Tikal (Guatemala) con orientaciones precisas basadas en observaciones astronómicas, por las cuales también habían obtenido mediciones muy precisas del ciclo de Venus, el sol y la luna.

 

BIBLIOGRAFÍA.

MATOS MOCTEZUMA, EDUARDO, 1994. Mesoamérica. En: Manzanilla, Linda y Leonardo López Luján (Edits.). Historia antigua de México. Volumen I. El México antiguo, sus áreas culturales, los orígenes y el horizonte Preclásico. INAH/ UNAM/ Miguel Ángel Porrúa. México. Págs. 49-73.

POHL, MARY; KEVIN O. POPE y CHRISTOPHER VON NAGY, 2002. Olmec Origins of Mesoamerican Writing. Science, 298: 1984-1987.

POHL, MARY E. D.; DOLORES R. PIPERNO; KEVIN O. POPE y JOHN G. JONES, 2007. Microfossil evidence for pre-Columbian maize dispersals in the neotropics from San Andrés, Tabasco, Mexico. Proc. Nat. Amer. Sci., 104(16): 6870-6875.

URIARTE, MARÍA TERESA y REBECCA B. GONZÁLEZ LAUCK (EDITS.), 2008. Olmeca: Balance y perspectivas. Memoria de la Primera Mesa Redonda. 2 tomos. Universidad Nacional Autónoma de México/ Consejo Nacional para la Cultura y las Artes/ Fundación Arqueológica del Nuevo Mundo. México.

 

 

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